Es normal sentirnos desanimados y más en épocas extrañas y complejas como ésta.
En el mes de junio, le preguntamos a nuestros seguidores de Instagram, si se han sentido con mucha desesperanza, por la situación que atraviesa Colombia. Nuestro país ha estado atravesando un extenso paro nacional, con una situación muy compleja en diferentes niveles: social, humano, económico, político, etc.
La mayoría de las respuestas, como era de esperarse, muestran bastante desesperanza. También les preguntamos cómo se sentían en relación a la pandemia, pues sabemos que la suma de estas dos situaciones, hace que nos sea más difícil ver la luz en el camino.
Los momentos difíciles pueden llevarnos a sentir desesperanza, tristeza, desánimo, frustración, incluso rabia. Pensando en estos ánimos, queremos empezar a hablar acerca de la desesperanza, de cómo afrontarla con estrategias que parecen simples pero son muy poderosas. Estrategias que pueden aplicarse en cualquier momento de la vida y que pueden ayudarnos a retomar el rumbo.
En esta entrada, hablaremos de dos maneras de ver o percibir nuestro entorno: la conciencia del cambio y la gratitud.
Un buen hábito: Reconocer y aceptar el cambio.
Todo está y todos estamos en permanente transformación. ¿Por qué es importante reconocer, recordar y repetirnos esta afirmación? Porque nos ayuda a movernos de manera más fluida por la vida y a disminuir el sufrimiento. Aceptar que todo está en constante movimiento nos empodera frente a las situaciones y puede reducir la magnitud del impacto que estas tienen sobre nosotros.
Si nos sentimos preocupados, ansiosos, desanimados, tal vez con la sensación de estar atrapados en una circunstancia o problema, podemos preguntarnos: ¿Seguirá siendo igual esta situación en un mes? ¿En un año? ¿En 10 años? Podemos aclarar nuestra mente y reducir el estrés, al decirle que esto que sucede hoy no va a suceder por siempre. Si aquello por lo que estamos preocupados no es permanente, ¿vale la pena invertir nuestras energías en emociones y pensamientos negativos que no van a resultar en una solución a lo que nos aqueja?
Inténtalo. Puedes empezar con algo pequeño que te está produciendo estrés o frustración. Por ejemplo, vas en el bus y el trancón te tiene al borde del desespero. Haz una pausa. Respira. Pregúntate: ¿esto va a ser así siempre? ¿Esto va a tener importancia de aquí a un año? Si la respuesta es no, espero que este simple ejercicio te ayude a reducir la tensión. Luego puedes preguntarte, ¿qué puedo hacer para que esto mejore? Si puedes hacer algo, ¡hazlo! Si está fuera de tu control, ¡Déjalo ir y concentra tus esfuerzos en otra cosa!
Puedes seguir practicando con cosas pequeñas y luego ir avanzando a más complejas. Probablemente, al principio se te hará difícil pensar así, pues preocuparse puede sentirse más natural y más “lógico”, pues tenemos la idea errada de que preocuparse es necesario y hará que algo cambie. Pero, con el tiempo, se irá haciendo más fácil y tendrás más habilidad para diferenciar las situaciones en las que puedes ejercer algún cambio, para intentarlo, y en las que no, para aceptarlo. Puedes entrenar tu mente para que esté más concentrada y serena, y así hacer frente a lo que suceda, de manera más asertiva y menos caótica.
Si nos vamos apropiando de esta forma de ver y aceptar el mundo, se va dibujando una luz de esperanza en nuestro camino.
Concentrarse en lo positivo. Practicar la gratitud.
Imagínate a dos personas, A y B. Ambas pasando por una misma situación retadora. La diferencia es que A enumera, en su cabeza, sólo cosas negativas, mientras que B, aunque es consciente de lo malo, prefiere enfocarse en lo positivo. ¿Cuál crees que tiene más posibilidades de ser feliz? ¿Cuál crees que puede desenvolverse mejor para atravesar dicha situación retadora?
No se trata de ver todo color rosa, ni de ignorar las dificultades y hacer como si nada pasara (esa no es la idea), sino de intentar practicar una forma de pensar más saludable, que nos ayude a generar más emociones positivas que negativas. Finalmente, entre mejor esté nuestro ánimo, mejor nos relacionamos con la vida, tanto con sus buenos como sus malos momentos.
La gratitud es una habilidad, que necesita ser cultivada. También requiere práctica, constancia, y más si estamos acostumbrados a ver sólo el lado negativo de las cosas. Pero si, poco a poco, vas cambiando el discurso en tu cabeza, seguramente cambiará tu actitud hacia la vida y tu estado de ánimo. De hecho, la gratitud es tan importante que, además de que se ha promovido su práctica desde diferentes filosofías, hay estudios científicos acerca del impacto positivo que tiene en diferentes ámbitos, a nivel físico y mental.
Algunas formas de practicar gratitud
-Al finalizar el día, escribir tres cosas por las cuales estamos agradecidos.
-Empezar el día, pensando en aquellas cosas por las cuales sientes gratitud. Puede ser una persona, una situación particular, o algo simple como tener comida o agua para bañarse; o incluso puede ser algo del pasado, como un viaje que hiciste o algo que estudiaste.
-Hacer lo mismo durante el día, sobre todo cuando nos vemos ante una situación estresante.
-Hacer meditación basada en la gratitud (puedes buscar meditaciones guiadas en Youtube u otro lugar de la web. No te desanimes si la primera que intentas no te gusta, dale tiempo hasta que encuentres una persona con la que te sientas cómodo(a).) Te recomiendo mucho esta (el único pereque es que está en inglés): https://www.youtube.com/watch?v=TJ_HBMfoufA&t=2s
-Si te das cuenta de que estás enumerando sólo lo malo de alguna situación que te molesta, intenta enumerar lo bueno.
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